domingo, 7 de febrero de 2010

Mi Primer Amor

En la filosofía siempre ha existido una gran polémica, acerca de si los conocimientos son natos o innatos, es decir, si se nace con un conocimiento o por el contrario todos se van adquiriendo a través de los años.
Un día estaba hablando con una amiga y ella me pregunto ¿Desde cuándo eres hincha de Millonarios? Al principio pensé que era una pregunta bastante fácil, entonces me puse a pensar, y después de tanto hacerlo no supe cómo responderle, fue entonces cuando entendí que mi amor por Millonarios era un amor nato.
Desde que tengo sentido de razón he sido hincha de Millonarios, a través del tiempo el amor ha ido creciendo más y más, es una de las mayores herencias que me ha dejado mi padre y una de las que más orgullo me produce. Cuando tenía aproximadamente 6 años de edad mi padre me llevo a mi primer partido en El Campín, un clásico frente al Nacional, era la primera vez que asistía, pero aún así mi corazón latía como loco, sentía una comodidad como si estuviera en mi propia casa, el resultado no fue el mejor Nacional nos derroto 2 goles a 0, ese día me fui llorando a mi casa, pero con la ilusión de muy pronto volver a visitar a Millos.
En un principio solo veía los partidos cuando podía asistir al estadio o cuando eran trasmitidos por televisión, pero después al conocer más a fondo la radio y sus emisoras deportivas decidí que cuando no pudiera ver un partido fuera cual fuera la razón lo escucharía por radio, al principio lo hacía por mantenerme informado e informar a mi papá, pero poco a poco se fue transformando en una necesidad para mi, que me insultaran más de la cuenta por Millonarios era casi tan ofensivo como que alguien insultara a mi familia, el regalo más deseado para navidad o un cumpleaños era la última camiseta de Millonarios o quizás una boleta para ir al próximo partido, se convirtió para mí algo sagrado portar la camiseta siempre que el equipo jugara, no hacerlo me hacía sentir que le estaba dando la espalda a mi familia.
El asistir al estadio se convirtió en una de mis prioridades, estar dentro de él me tranquilizaba, extrañamente mi cuerpo habituó una clase de ritual para siempre que asisto a El Campín, al principio la incertidumbre llena mis pensamientos, cuando se inicia el partido el corazón no para de latir excesivamente, las manos se enfrían, los nervios se ponen de punta y con ello aumenta la sudoración, el latir del corazón y la sudoración va en aumento conforme se complique más un partido, una rara sensación a la que soy completamente adicto invade mi corazón siempre que se oye el pitazo final y el resultado nos es favorable.
Millonarios no solo se ha vuelto una afición, sino que también ha dejado efectos secundarios en mí, algunos buenos otros no tanto, gracias a este amor he obtenido un mayor sentido de pertenencia, he aprendido a valorar mucho más mi ciudad y las cosas que la componen, en algunos casos me dejo llevar por el regionalismo y pienso mal de aquellos que vienen de ciertas ciudades. El futbol ya no es un simple deporte para mí, es toda una cultura, casi una religión y aunque ya no lo veo como un deporte nunca me dejo cegar por el odio y he caído en la violencia, Millos es el único capaz de cambiar mi humor en solo 5 minutos de llevarme del cielo a al infierno y devolverme nuevamente al cielo.

El Campín se ha convertido en mi segunda casa y en este “santuario” del futbol no solo bogotano, sino también colombiano, he vivido muchos momentos inolvidables para mi vida, como ver a Colombia consagrándose campeón de América, ver a mi ídolo Ronaldinho, ver derrotada a la poderosa Argentina frente a nuestra selección o ver a Millonarios derrotando a los mejores equipos del continente.

Es el 30 de enero de este 2010 me encuentro en el estadio, nuevamente como en mi primera asistencia el rival es Nacional, el partido luce complicado, la incertidumbre está más fuerte que nunca, el inicio del juego marca una tendencia, hasta que en el segundo tiempo los paisas son quienes toman la delantera, como ocurrió hace mas de 11 años y sin poderlo evitar mis ojos se ponen aguados pronosticando lo peor, pero como lo dije anteriormente Millonarios tiene ese poder que nadie más tiene de transportarme del infierno al cielo, dos genialidades del equipo en pocos minutos nos dan la ventaja y cierta tranquilidad. El pitazo final después de lo que los hinchas denominamos “paridera” nos indica una victoria más, al final del partido solo quedan 2 cosas claras: la primera que podre tener una semana tranquila hasta el próximo partido, y la segunda que la tengo siempre presente, así como este amor es nato me acompañara hasta el día de mi muerte.

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